EL ASCENSO SILENCIOSO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL COMO COMPAÑÍA EMOCIONAL

En su columna publicada el 21 de julio de 2025 en el diario Clarín, titulada “IA, mi mejor amiga”, el sociólogo y psicólogo social Arturo Flier analiza el profundo giro que ha dado el uso cotidiano de la inteligencia artificial generativa en apenas un año. Mientras que en 2024 predominaban las funciones técnicas o creativas —como redactar textos o buscar datos—, en 2025 la IA se ha instalado como compañía emocional, terapeuta y guía existencial para millones de personas en todo el mundo.

Flier cita un informe de Visual Capitalist para la Harvard Business Review, que revela que hoy el uso más frecuente de la IA está orientado a brindar “terapia y compañía”, seguido por “organizar la vida” y “encontrar propósito”. La tecnología ha dejado de ser consultada solo por su precisión o eficiencia; ahora se busca en ella una respuesta existencial, incluso un consuelo.

Este fenómeno se explica en parte por la epidemia de soledad que atraviesa al siglo XXI. El autor señala que entre 1960 y 2010 se duplicó la cantidad de hogares unipersonales en la Argentina, y que ya en 2010 el 40% de los domicilios en la Ciudad de Buenos Aires estaban habitados por una sola persona. A esto se suma la aceleración de la vida, la sobrecarga de estímulos y las secuelas emocionales de la pandemia.

Frente a esa realidad, la IA aparece como una presencia constante, disponible las 24 horas, sin juicio ni crítica. Flier advierte que este vínculo, aunque aparentemente inofensivo, puede fomentar una relación sin confrontación, sin el otro que interpela. Un espejo que solo devuelve un reflejo agradable, pero que no ayuda a crecer ni a construir vínculos reales.

A pesar de que la IA mantiene sus funciones prácticas —como diseñar imágenes, programar, ayudar en tareas escolares o planear viajes—, Flier destaca que ahora todo eso se integra a una dimensión más íntima: la asistencia emocional y personal.

El artículo también señala el dilema ético que plantea esta nueva relación: ¿hasta qué punto delegar funciones humanas en una máquina puede llevarnos a una renuncia paulatina a nuestras propias capacidades? ¿Qué ocurre con el aprendizaje, la creatividad o la toma de decisiones si una herramienta responde por nosotros?

En su mirada crítica, el autor plantea que esta transformación no solo reconfigura nuestra relación con la tecnología, sino que redefine también el modo de ser humano en el presente. Ya no se trata simplemente de usar un asistente virtual, sino de construir un lazo que reemplaza la presencia del otro por la comodidad del algoritmo.

En definitiva, Flier concluye que esta nueva era no solo redefine el rol de la inteligencia artificial, sino que expone el tipo de sociedad que estamos gestando: una donde la conexión humana cede lugar al vínculo con una tecnología que, aunque poderosa, no deja de ser un reflejo programado de nuestras propias limitaciones.