ENERGÍA ALTERNATIVA, REDUCCIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL Y FERTILIZANTES A PARTIR DE BIODIGESTORES

En tiempos de Cambio Climático y restricciones energéticas, convertir desperdicios en materias primas se volvió una meta urgente en la agenda global, tanto institucional como empresaria.

Los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU; la calificación de “Empresa de Triple Impacto” o su certificación como Empresas B; los bonos de carbono, entre otros instrumentos, hacen que las soluciones que minimicen el impacto ambiental sean muy buscadas. Y Argentina está señalando –una vez más- el camino en una de ellas: los biodigestores.
Productores agropecuarios de todo el país están recurriendo a estos equipos –de inversión inicial accesible, bajo costo operativo y rápida amortización- para transformar sus campos. Básicamente, transforman desperdicios orgánicos en biogás y fertilizantes.
Con estos equipos utilizados para procesar heces de cerdos o vacas –en un feedlot, por ejemplo- se obtiene entre un 65 y un 71% de metano. “Y en lo que es producción de porcinos y basura orgánica, estamos en un 70 a un 85% de metano. O sea que nos queda un biogas muy rico al que –además- le retiramos el dióxido de carbono, un gas que es 29 veces menos contaminante que el metano”, cuenta a Agenda Energética Diego Barreiro, CEO de Biomax, una pyme familiar que luego de casi dos décadas de trabajo de investigación y desarrollo patentó su línea de biodigestores y hoy tiene instalados equipos prácticamente de Ushuaia a La Quiaca y empieza a exportarlos a Paraguay, Perú y a algunos países de Europa.
El gas metano obtenido en esos biodigestores se utiliza entonces para alimentar la planta motriz de los criaderos –pueden llegar a generar 800Kw por día, según el volumen de desperdicios- “y para calefaccionarlos, porque la temperatura de crianza del cerdo debe ser todo el año de 28 grados”. Ese gas también se almacena y puede ser utilizado en líneas de tractores lanzadas recientemente que utilizan GNC como combustible.
Pero las soluciones que aporta Biomax también se aplican a al tratamiento eficiente de vinaza (residuo de la producción azucarera y/o vitivinícola); del suero resultante de la producción láctea; o del acopio de desperdicios orgánicos que suelen terminar en los rellenos sanitarios en las afueras de las grandes ciudades.
Por este motivo los biodigesteres también despertaron interés en espacios institucionales y administraciones públicas. “Varios municipios del país nos expresaron su interés –a la luz de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU- en nuestro sistema para empezar a aliviar sus rellenos sanitarios. Es la nueva etapa que empezamos a transitar”, dijo Barreiro.

Pero más allá de la obtención del gas, el proceso continúa dentro de la estructura del biodigestor. En la larga bolsa de unos 6 metros de diámetro y entre 25 y 40 de largo construida con tela especial que desarrolló Biomax, las bacterias siguen degradando las heces y desactivando su poder contaminante hasta que en el otro extremo sale BIOL.
El BIOL es un biofertilizante rico en fósforo, nitrógeno y potasio conocido como NKP. Se trata de un abono para cosechas sumamente rico en fitohormonas de aplicación indicada para los cultivos más difundidos y rentables del campo argentino (soja, trigo, maíz, etc.) y cuyo costo suele estar atado al dólar.
Por eso Barreriro se enorgullece al sintetizar que “cambiamos el concepto de ‘efluente’ a ‘materia prima’”. Su desarrollo comenzó dos décadas atrás cuando estaba vinculado al sector de la producción porcina y pensaba en soluciones a las enormes cantidades de heces que genera la cría de cerdos a gran escala.
“La solución tradicional es verter en lagunas a cielo abierto esas deposiciones hasta que se desactiva su potencial contaminante. Pero no es así: el olor intenso que se siente al pasar por un criadero es el metano que se libera a la atmósfera. Contaminante que perdura hasta 99 años sin degradarse en la atmósfera y contribuye al efecto invernadero”, explicó Barreiro.
Con Biomax, Barreiro no solo logró suprimir todo ese contaminante sino que le dio valor agregado. Este ejemplo ideal de la “economía circular” se logró con un desarrollo nacional, de una pyme familiar, que hoy compite en eficiencia y practicidad con sus pares de países como Alemania y que está en proceso de expandir con filiales de su empresa “en Paraguay, Perú y Europa”. En un país como la Argentina, con producción agrícolo-ganadera intensiva, podría adquirir la cualidad de “estratégico”.
Y está siendo aplicada en varias provincias del país, principalmente en productores agropecuarios –como se dijo- pero también en empresas multinacionales industriales que generan cantidades importantes de desperdicios orgánicos “y quieren certificar como Empresa B”. Es decir: aquellas compañías que además de un rédito económico buscan un impacto positivo en sus comunidades con el cuidado del ambiente como prioridad, calificación que las posiciona mejor en muchísimo aspectos (desde financieros a posibilidades de marketing).
A esto debe agregársele lo accesible de la inversión inicial (en torno a los 30 mil dólares), la vida útil del equipo (10/15 años) y el bajo costo operativo y de mantenimiento: una persona debe dedicarle únicamente 10 minutos al día.